Millennium Actress
El viaje de los mil años

País: Japón
Año: 2001
Dirección: Satoshi Kon
Guion: Satoshi Kon, Sadayuki Murai
Título original: Sennen Joyû / 千年女優
Género: Animación, Fantástico, Romance, Drama
Productora: Bandai Visual, Chiyoko Commitee, Madhouse, Works WoWow, Genco
Edición: Satoshi Terauchi
Música: Susumu Hirasawa
Reparto: Miyoko Shôji, Mami Koyama, Fumiko Orikasa, Shôzô Îzuka, Shouko Tsuda, Hirotaka Suzuoki, Hisako Kyôda, Kan Tokumaru, Tomie Kataoka, Takkô Ishimori, Masamichi Satô, Masaya Onosaka, Masane Tsukayama, Kôichi Yamadera
Duración: 87 minutos
Festival de Sitges: Mejor película de animación (2001)

País: Japón
Año: 2001
Dirección: Satoshi Kon
Guion: Satoshi Kon, Sadayuki Murai
Título original: Sennen Joyû / 千年女優
Género: Animación, Fantástico, Romance, Drama
Productora: Bandai Visual, Chiyoko Commitee, Madhouse, Works WoWow, Genco
Edición: Satoshi Terauchi
Música: Susumu Hirasawa
Reparto: Miyoko Shôji, Mami Koyama, Fumiko Orikasa, Shôzô Îzuka, Shouko Tsuda, Hirotaka Suzuoki, Hisako Kyôda, Kan Tokumaru, Tomie Kataoka, Takkô Ishimori, Masamichi Satô, Masaya Onosaka, Masane Tsukayama, Kôichi Yamadera
Duración: 87 minutos
Festival de Sitges: Mejor película de animación (2001)

Con su habitual narración desordenada y confusa, Satoshi Kon firma con su segunda cinta un homenaje al cine detrás del cine, siguiendo las aciagas vivencias de una joven actriz con el paso de los años a través del objetivo de una cámara.

Los años pasan para todos, sin contemplaciones. El tiempo, con su pausada pero continua presencia, ejerce su cometido con singular disciplina. No existe ser vivo que sea ajeno a las consecuencias de la influencia de Cronos. Satoshi Kon, maestro y uno de los renovadores del anime tal y como lo entendemos a día de hoy reitera, con su segunda obra, que tiene mucho que decir, mucho que contar y mucho que enseñar al mundo. El tiempo lo es todo, pero no es nada si no se tiene lo más importante.

Chiyoko Fujiwara, la legendaria actriz, hace años que se ha retirado. Uno de sus mayores admiradores y antiguo compañero de trabajo, Genya Tachibana, decide, tras la demolición de los estudios que dieron fama a la actriz, filmar un documental sobre la vida y vivencias de la famosa intérprete, para lo cual realiza una visita a su domicilio privado. En forma de narración en primera persona, es la propia Chiyoko la que cuenta frente a una cámara de nuevo las vivencias que la hicieron llegar a lo más alto. Tras el éxito cosechado por la oscura y perturbadora Perfect Blue (1997), Kon repite jugada tratando la narración de forma desordenada y poco clara para con el espectador. El ya consolidado imaginario del cineasta nipón continúa enriqueciéndose, presentando de nuevo las ideas ya mostradas en su anterior obra y añadiendo conceptos nuevos a lo que es uno de los universos más reconocibles del anime. La capacidad de mantener la narración a un ritmo frenético, sin perder por el camino la perspectiva de la obra en su conjunto está al alcance de muy pocos.

Pequeño homenaje a uno de los encuadres más reconocibles de la primera obra del autor: Perfect Blue.

Presentando la cinta como un viaje espiritual a lo largo de la pasada vida de la ya anciana leyenda del cine, Kon nos muestra su personal homenaje al séptimo arte, cine dentro del cine, añadiendo sus habituales elementos sobrenaturales para imprimir con una mayor oscuridad, si cabe, la obra. Abarcando géneros de los más variados, el espectador es testigo del alzamiento, mantenimiento y decadencia de la carrera de Chiyoko, cargando con especial fuerza el foco del guion en la búsqueda de un amor imposible para ella, ya que no sabe ni quién es ni cómo es el hombre que chocó con ella en aquella nevada carretera.

Satoshi Kon se sumerge en los lugares más recónditos de la mente de su protagonista para regalar un perfil psicológico de abrumadora precisión, consiguiendo de esta manera uno de los personajes mejor perfilados que se hayan visto en el anime.

Somos como el tiempo nos moldea, somos nuestras alegrías y nuestras tristezas, somos nuestras vivencias. Los recuerdos son lo que nos hace actuar de determinada manera ante una situación concreta, por lo que la experiencia vital es lo que define el ser de cada uno. Satoshi Kon se sumerge en los lugares más recónditos de la mente de su protagonista para regalar un perfil psicológico de abrumadora precisión, consiguiendo de esta manera uno de los personajes mejor perfilados que se hayan visto en el anime. A través de todas las películas que protagoniza la, en aquel momento, joven Fujiwara, podemos conocer sus mayores miedos, las presiones a las que se ve sometida, las alegrías y desesperanzas que vive en la privacidad de su casa, etc. Sin necesidad de complejas líneas de dialogo ni de grandes florituras de guion, son la simpleza de las propias acciones y la bellísima animación que firma Takeshi Honda los encargados de mostrar a un ser humano tal y como es, con todo lo que eso conlleva.

Por supuesto, es imprescindible en los filmes del de Hokkaidō el enorme simbolismo con el que trata los temas más oscuros de una forma elegante y sutil. Dichas metáforas, presentes desde el primer minuto hasta la última línea de los créditos finales, son el arma que el cineasta esgrime para desatar su malograda imaginación y esconder a plena vista mensajes que, en la primera visualización, son difíciles de entender, más si no se está habituado al imaginario del autor. Objetos y lugares cotidianos son la principal fuente de inspiración, como ya se pudo ver con la habitación y ordenador personal de Mima Kirigoe, protagonista indiscutible de la ópera prima del director. En Millennium Actress (2001), Satoshi Kon se ha decantado por crear un halo de misticismo alrededor de un objeto de lo más cotidiano: una llave. Sin llegar a decir en ningún momento qué es lo que realmente abre, solo dejando caer que «abre lo más importante», insta a la imaginación de cada uno de nosotros a divagar libre para interpretar la misma existencia de la propia llave. ¿Qué representa? ¿Es un objeto real o el director ha nos ha querido decir algo más? Preguntas sin respuesta, pero ahí radica la belleza de la imaginación y del buen hacer del cineasta, todo es relativo, somos lo que somos y vemos lo que vemos por nuestras vivencias: el claro leitmotiv del filme.

Múltiples son las referencias que se pueden encontrar a lo largo de los ochenta y siete minutos de duración de la cinta. Desde guiños a propias obras del director a filmes de gran peso en la cultura japonesa como Godzilla. Japón bajo el terror del monstruo (Ishirô Honda, 1954) o Trono de sangre (1957) —la cual tiene especial relevancia en el desarrollo de la trama— del gran Akira Kurosawa, uno de los cineastas más influyentes de la historia. Sin duda alguna, el gran homenaje al cine propio del país del sol naciente comentado anteriormente es una de las piedras angulares sobre las que se sustenta la propia película y parte fundamental del viaje que realiza la protagonista rememorando los recuerdos de su aciago pasado.

Por último, pero no por ello menos importante, es necesario hacer mención a los «otros» elementos, aquellos que no conforman la historia en sí misma, pero que con el desliz de cualquiera de ellos se perdería una gran parte del impacto que una escena puede lograr en el espectador. La brevemente mencionada animación de Takeshi Honda es, por necesidad, el más reseñable de ellos. El trabajo ya realizado por el animador en Perfect Blue es sobresaliente, haciendo uso de una paleta de colores maravillosamente escogida. Por ello, no resulta una sorpresa encontrar en este segundo trabajo una evolución en cuanto a la animación se refiere. En contraposición con la estética feísta de su antecesora, Honda ha optado por conformar un aura más ligera y con menos fuerza que ayuda enormemente a la inmersión en las múltiples secuencias de las distintas películas protagonizadas por Chiyoko. En relación a la banda sonora, poco se puede decir aparte de remarcar el gran trabajo realizado por Susumu Hirasawa tras las evocadoras notas que preparan el aura de misterio, por momentos terror, intriga y drama que integran esta polifacética cinta. Una cosa está clara, y es que Sathosi Kon no decepciona. Todas y cada una de las obras que firmó en su tristemente escueta carrera cinematográfica son de una calidad excepcional, solo al alcance de muy pocos. Enrevesadas tramas con apariencia sencilla, brutales críticas con caretas de humor escondidas tras cortinas de terciopelo: son algunas de las ideas que componen el imaginario del ya legendario cineasta. Estamos ante otra obra exquisita del anime, solo pudiendo haber sido gestada con la malograda visión de un genio.

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CICLO SATOSHI KON

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