Cuidado con los niños
Honestidad, valor, sinceridad

País: Noruega
Año: 2019
Dirección: Dag Johan Haugerud
Guion: Dag Johan Haugerud
Título original: Barn (Beware of Children)
Género: Drama
Productora: Motlys, Plattform Produktion, Film I Väst
Fotografía: Øystein Mamen
Edición: Jens Christian Fodstad
Música: Arnaud Fleurent-Didier, Peder Kjellsby
Reparto: Henriette Steenstrup, Jan Gunnar Røise, Thorbjørn Harr, Brynjar Bandlien, Andrea Bræin Hovig, Hans Olav Brenner, Anne Marit Jacobsen, Ella Øverbye, Trine Wiggen, Adam Pålsson
Duración: 150 minutos
Atlàntida Film Fest 2020 (Sección Controversia)

País: Noruega
Año: 2019
Dirección: Dag Johan Haugerud
Guion: Dag Johan Haugerud
Título original: Barn (Beware of Children)
Género: Drama
Productora: Motlys, Plattform Produktion, Film I Väst
Fotografía: Øystein Mamen
Edición: Jens Christian Fodstad
Música: Arnaud Fleurent-Didier, Peder Kjellsby
Reparto: Henriette Steenstrup, Jan Gunnar Røise, Thorbjørn Harr, Brynjar Bandlien, Andrea Bræin Hovig, Hans Olav Brenner, Anne Marit Jacobsen, Ella Øverbye, Trine Wiggen, Adam Pålsson
Duración: 150 minutos
Atlàntida Film Fest 2020 (Sección Controversia)

El modelo nórdico de bienestar se desgrana a raíz de un fatal incidente en un colegio, donde el centro educativo y todo su entorno van a ser epicentro de temas trascendentales de la sociedad noruega en un thriller socialista encubierto.

El campo de deporte de un colegio público —«que presume de contar con más de cincuenta nacionalidades entre su alumnado», citando a uno de los protagonistas— abre y cierra esta película monumentalmente democrática. Un niño fallece en ese lugar tras un hecho que es descrito como incomprensible, desde el punto de vista analítico y político de los adultos. El percance surge de la discusión y amistad de unos niños con orígenes ideológicos maternos y paternos dispares, circunstancias que hacen cuestionar toda la investigación sobre lo ocurrido.

A pesar del elevado número de temas tratados (sistema educativo, comunidad LGBT, sindicatos, ocupación nazi de Noruega, conciliación laboral, racismo…) durante las casi dos horas de película, da la sensación de que no se llega a ninguna conclusión sobre el trágico hecho del que parte el largometraje. Parece como si el incidente infantil fuera un recurso narrativo en el guion para cuestionarnos sobre temas actuales: hacia dónde deriva la humanidad en cuanto a modelo de crianza de los niños, educación y descendencia, y poner sobre la pantalla la base del cine social. El presunto hecho violento del planteamiento se diluye entonces así, mientras se presentan a los protagonistas débiles, ilusionados, problemáticos, miedosos y cautos, y sus condiciones morales son el tratado en esencia de la película: la aplicación audiovisual que le gustaría quizá al sociólogo Johan Galtung, como teórico de la paz y la violencia.

La importancia de la luz para vehicular sentimientos.

Para tratarse de un drama que parte del fallecimiento de un niño que no ha alcanzado la adolescencia, algo que se espera como traumático y desgarrador, es relevante por una parte la total ausencia de escenas de tensión o exabrupto, pues no existe atisbo de violencia ni se muestran comportamientos irracionales «dentro de campo» por parte de los protagonistas. En otro lugar, es un giro inesperado pero agradecido las profesiones que abordan el desenlace de la amistad de Lykke y Jamie: ausencia de inspectores, forenses, investigaciones policiales, jueces, y demás empleos que se dedican a gestionar el más allá terrenal y sus circunstancias finales. Una ironía tratándose de una coproducción noruega-sueca, donde el noir nórdico lleva ya décadas de éxitos en la industria literaria y cinematográfica —The Killing (Søren Sveistrup, 2007), Millennium (Niels Arden Oplev, 2009), Paraíso (Colin Nutley, 2003)—. Un oxímoron que funciona a modo de balancín donde, ante los hechos trágicos toma importancia el diálogo y la responsabilidad, decir la verdad y ser honesto como preocupación principal de los afectados, en pos del terror y el suspense como géneros que relatan hechos cruentos. Parece significativo que siendo algunos de los temas principales la infancia y la muerte, solo una niña aparezca en el crecimiento de la trama, y el tratamiento del duelo y el luto apenas tome intensidad y cercanía en una impactante escena, donde una de las profesoras de la escuela le pregunta a una compañera si abrazó al padre en el momento de la pérdida.

La cámara sorprende en varias ocasiones agazapada, solapando cuerpos enfocados y desenfocados, detrás de las actrices y actores de imponente talento interpretativo que transmiten la empatía necesaria para agarrarte al sillón.

Dag Johan Haugerud es el director de esta pieza, presentada en España en el Atlàntida Film Festival del presente año. De profesión bibliotecario, guionista y novelista, aparece como director por primera vez con cortometrajes —Utukt (2000), Trøbbel (2006)—, para más tarde pasarse al largometraje con I Belong (2012), donde las diatribas familiares y laborales ya quedan marcadas como temas recurrentes en el autor.

Cuidado con los niños cuenta hasta al momento con trece nominaciones, entre ellas para los premios Amanda Word (otorgado cada año por el Instituto Noruego de Cine en Haugesund desde 1985) o los premios Naranja de Oro (el Festival Internacional de Cine de Antalya es la muestra de cine más importante de Turquía). Articulada en tres partes lineales, la última un epílogo tras un salto de seis meses en el tiempo fílmico, y separadas por un fundido a rojo, azul y dorado, la música es incesantemente metálica con un estridente cierre de viento, que en ocasiones recuerda al sonido de las notificaciones de un smartphone, para incremento de la crispación puntual que puede existir durante el desarrollo de la historia. Uno de los responsables de la banda sonora es Peder Kjellsby, favorito del director y cuyo género de producción musical principal es el jazz. La cámara sorprende en varias ocasiones agazapada, solapando cuerpos enfocados y desenfocados, detrás de las actrices y actores de imponente talento interpretativo que transmiten la empatía necesaria para agarrarte al sillón. Expresan de manera concreta y lúcida el catálogo de emociones que brotan acompañando la semántica. A lo largo de la película, los amplios planos generales filmados de la ruidosa ciudad (un despliegue visual de progreso y naturaleza a la par) son espacio dramático, escenario del tratamiento de los sentimientos de los protagonistas, que van desarrollando sus vidas entre ocio, trabajo y hogar.

Las profesiones de los padres y sus posicionamientos ideológicos toman importancia en relación a los hechos ocurridos.

-[…] Tengo hijas. […] Dos chicas. Viven en Sadnes. Una se dedica al petróleo, la otra al mercado inmobiliario.
-Sigrid es como esa mujer en La semilla del diablo. Ha tenido a las hijas del demonio.
-Algo así.
Conversación de sobremesa donde la cuestión política es el tema principal.

La función de la colorimetría en la película es de obligado detenimiento y disfrute. Históricamente y desde la Teoría de los colores (1810) de Johann Wolfgang von Goethe, es conocida la psicología del color y actualmente se utiliza en la industria cinematográfica donde la gama, el tono, el brillo y la saturación de colores influyen inconscientemente en el espectador. Los rojos y azules como pinceladas en ropa, decoración o elementos urbanos modulan la intensidad en las cuantiosas conversaciones y debates que describen un país abocado al perfeccionamiento de su estilo de vida coherente con una comunidad igualitaria. De similar uso de los colores primarios en las películas del director Wes Anderson (El Gran Hotel Budapest, 2014), la paleta bascula hacia tonalidades más apagadas, llegando a ser recurrente un verde musgo que parece haber sido recién descongelado, o un azul ultramar presente en muchas miradas de silencios, enrareciendo algunas escenas de complicada gestión emocional.

Existe un equilibrio y presencia constante de los colores nacionales de Noruega (azul y rojo) en toda la cinta dirigida por Dag Johan Haugerud, donde a su vez representan los ideales políticos que universalmente han sido atribuidos a agrupaciones políticas conservadores y progresistas, construyendo una imagen ideológicamente fuerte fotograma a fotograma. Se trata por ende de nadar por esta película entre planos grupales y primeros planos mientras realizamos un curso acelerado acerca del progreso humanista, el análisis del estado de bienestar y el modelo social europeo que existe en países como Noruega, cumpliendo el cine una de sus funciones menos conocidas y menos populares: terminar de contemplar la proyección con un bagaje reflexivo que nos anime a hacernos más preguntas, sernos útil los ciento cincuenta minutos de cara a vivir como individuos conscientes en una comunidad. Hay que recordar que los adultos conservan al niño que fueron. Y cómo fue tratado.

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