Borat, película film secuela
Falso documental con una misión

País: Estados Unidos
Año: 2020
Dirección: Jason Woliner
Guion: Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Dan Swimer, Peter Baynham, Erica Rivinoja, Dan Mazer, Jena Friedman, Lee Kern
Título original: Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan
Género: Comedia
Productora: Four by Two Films
Fotografía: Luke Geissbuhler
Edición: Craig Alpert, Michael Giambra, James Thomas
Música: Erran Baron Cohen
Reparto: Sacha Baron Cohen, Maria Bakalova, Dani Popescu, Manuel Vieru, Alin Popa, Rudy Giuliani, Mike Pence, Macy Chanel, Tom Hanks
Duración: 95 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2020
Dirección: Jason Woliner
Guion: Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Dan Swimer, Peter Baynham, Erica Rivinoja, Dan Mazer, Jena Friedman, Lee Kern
Título original: Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan
Género: Comedia
Productora: Four by Two Films
Fotografía: Luke Geissbuhler
Edición: Craig Alpert, Michael Giambra, James Thomas
Música: Erran Baron Cohen
Reparto: Sacha Baron Cohen, Maria Bakalova, Dani Popescu, Manuel Vieru, Alin Popa, Rudy Giuliani, Mike Pence, Macy Chanel, Tom Hanks
Duración: 95 minutos

El mismo protagonista admitió en una ocasión que una mitad de su humor era juvenil, y la otra totalmente pueril. Pero no se dejen engañar: la comedia del reportero kazajo dispara el mecanismo que destapa la apatía hacia las situaciones de injusticia.

Con la cantidad de información que inunda nuestras pantallas y nuestros sentidos día tras día, es posible que nos lo hayamos perdido, pero en 2019 Sacha Baron Cohen dio uno de los discursos más relevantes de los últimos años. En él, nos habla de la decadencia de la democracia y del auge del populismo, apoyado por las facilidades que las redes sociales aportan para propagar noticias falsas. También nos recuerda algunas anécdotas en las que, interpretando a algunos de sus personajes, se vio en situaciones donde la gente actuaba en base a sus más injustificables prejuicios, revelando hasta qué punto están dispuestos a llevar su odio. El propio Cohen explica que sus personajes estereotipados son la máscara que él se pone para hacer que otros se quiten la suya, bajando la guardia y desvelando sus aprensiones.

En Borat, película film secuela (Jason Woliner, 2020), en adelante Borat 2, los segmentos de tipo documental se suceden hilvanados por las escenas de humor absurdo, chabacano y simplón del falso reportero kazajo. Sin embargo, esa parodia jocosa y pueril tiene como propósito establecer un tono que nos condiciona. Nos hace ansiar ver los momentos que realmente constituyen el meollo de la película. Confiamos en que esa parte de la experiencia sea más interesante. Pero sin darnos cuenta, lo que se sucede ante nuestros ojos nos acaba llevando a un territorio más perturbador de lo que anticipamos. Cuando Cohen, metido en uno de sus personajes paródicos, empieza a bromear con el racismo, con el sexismo, e incluso a usar un tono natural y relajado cuando pide consejo sobre cómo actuar atentando contra la integridad de grupos étnicos, cae la máscara de los sujetos a los que consulta, revelando apatía, aceptación e incluso simpatía por lo que esencialmente es el principio de un delito de odio.

Los protagonistas se entienden de maravilla a pesar de que Bakalova habla en búlgaro y Cohen se inventa un idioma sobre la marcha.

Estremézcanse cuando una influencer de cómo ser una sugar baby le explica a Tutar (la «hija» de Borat) que para gustarle a los hombres mayores y vivir de ellos debe ser servil, indefensa, débil. Alucinen cuando un rico sureño en un acto en sociedad le responde a Borat con una cantidad de dinero a la pregunta de si compraría a su hija. Quédense de piedra cuando el «kazajo» encarga una tarta que lleve el lema «los judíos no nos reemplazarán», y la pastelera va y la escribe con crema sin titubear ni hacer preguntas. Observen atónitos/as cuando, buscando un color de bronceado apto para su hija, el cómico pregunta a la estilista del salón de belleza qué tono de piel es el más adecuado para una familia racista, y esta le recomienda uno concreto sobre un muestrario con total seriedad.

Sacha Baron Cohen se mete en la piel de una multitud de estereotipos americanos para restregar por la cara de sus objetivos de forma explícita el cúmulo de absurdeces que tienen interiorizadas.

Que estas actitudes, prejuicios e ideas estén tan profundamente incrustados en una sociedad, que hasta el panadero los repita con total naturalidad y nadie pestañee ante expresiones de odio tan claras tiene un efecto más perturbador que cualquier película de horror. Mostrarlo es el propósito de esta película. Cohen no ha escogido el año 2020 por casualidad. En una era en la que el ascenso de líderes políticos que desprecian la información factual y propagan falsedades de lo más absurdas parece imparable, la gente lo tiene más fácil que nunca para ver sus prejuicios reforzados y justificados. El odio se normaliza, y el sufrimiento del prójimo basado en la discriminación hasta produce satisfacción entre cada vez más gente. Esto es propio de una mentalidad cada vez más presente en el mundo occidental: la burbuja conspiranoica. Los sujetos entrevistados en esta película prefieren creer fervientemente en información carente de pruebas con la que están cómodos antes que hacer la más mínima concesión a la observación, las pruebas, el análisis y el raciocinio. Por lo tanto, Borat 2 se desarrolla como una intensa pugna entre el humor absurdo del protagonista y la inabarcable ridiculez de las ideas de los personajes reales… y los últimos acaban ganando.

Tras la irrupción de Borat en la CPAC (Conservative Political Action Conference, un congreso anual de políticos y activistas de derechas), llega el momento de infiltrarse entre las filas conservadoras. Comienza una segunda mitad de la película en la que el peso recae más que en la anterior sobre la gran revelación del filme: Tutar Sagdiyev, la hija del peor reportero jamás «salido de» Kazajistán. La interpreta la búlgara Maria Bakalova, que envió su prueba de casting grabándose con el teléfono en una fiesta celebrando su reciente graduación de la Academia de Arte Dramático y Cinematográfico de Sofía. ¿Quién le iba a decir que acabaría nominada a un Óscar? Encima en una de las dos películas de esta edición que cuentan con el talento humorístico de Cohen.

Con el descaro del comediante británico, pero adoptando una personalidad infantil y soñadora, Bakalova acompaña al actor formando un extraordinario dúo cómico. Si Borat hace que la gente baje la guardia y termine generando situaciones incómodas, Tutar le ayuda a marcar un compás en el que los «inocentes» no solo tienen que exponer sus ideas, sino también su disposición para manejar una situación en la que una de las dos personas a las que trata con condescendencia podría ser una víctima. La indiferencia ante una aparente situación de abusos machistas es pasmosa. Pero gracias a su contacto con alguien que hace todo lo contrario, Tutar vive (en la parte ficticia) un despertar a su condición de mujer y decide ir por libre al encuentro de las élites de derechas adoptando el papel de uno de los arquetipos más polémicos y devastadores de la televisión americana: la joven (y a veces no tan joven) periodista conservadora pro-Trump. Adoptando las narrativas, la estética y las actitudes de figuras tan reaccionarias como Tomi Lahren, Laura Ingraham o Megyn Kelly, Tutar entra en la burbuja conspiranoica de negacionistas del Holocausto y va al encuentro de Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y abogado de Donald Trump. Una figura muy prominente en los medios y envuelta en múltiples escándalos, muchos de ellos relacionados con su cliente. No estropearemos la escena en la que la actriz entrevista al político, pero baste decir que dio la vuelta al mundo y apareció en repetidas ocasiones en informativos de todo tipo. Este tipo de situaciones son las que más evidencian el objetivo de un documental político y los resultados de utilizar el humor como la llave que abre el armario donde los sujetos guardan sus platos rotos. Si tenemos una revelación sobre un personaje público, los medios, por cómo justifican su existencia, no pueden evitar lanzarse a por ese jugoso pedazo de información. Un arma de doble filo, sin duda, pero una que saca a la luz facetas que deben ser tenidas en cuenta en el debate ideológico.

En Borat 2 nos encontramos ante el nacimiento de un nuevo dúo cómico del que esperamos ver mucho más en los próximos años, especialmente de la actriz revelación. Sacha Baron Cohen se mete en la piel de una multitud de estereotipos americanos para restregar por la cara de sus objetivos de forma explícita el cúmulo de absurdeces que tienen interiorizadas. Los políticos conservadores son el remate de sus chistes. El formato documental es un recordatorio de que las mentalidades que preocupan al cómico británico están a nuestro alrededor. Quedan lejos de ser tan ficticias como los segmentos en el falso Kazajistán, aunque sean igual de absurdas o más.

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